Mi vida empezó a cambiar, otra vez, hace un par de años. Una grave crisis personal hizo replantearme muchos de mis hábitos y circunstancias del día a día. Desde entonces vivo en constante reinvención, estudiando cada día un poquito de aquí y un poquito de allá y estableciendo como propias las rutinas y doctrinas que me vienen bien. Intento llevar una vida lo más relajada posible dentro de mis posibilidades pues, de por sí, soy una persona de ímpetu y curiosidad nerviosa. En estos dos últimos años he leído sobre religiones, alimentación, filosofía, literatura, saber estar, doctrinas básicas, autoayuda, etc. y reconozco que gracias un poco a todo he sido capaz de salir adelante.
No entraré a analizar las causas de esta crisis mundial que nos afecta uno a uno a los individuos de las sociedades que las vivimos, pero sí estoy plenamente convencida de que nuestra mente hace mucho en la capacidad o habilidad de sobreponernos a ella. Una vez más, se demuestra que es una cuestión de actitud. Y toda esta introducción es para hablar hoy de la alimentación.
Leo en
crecer joven una guía muy interesante que todos conocemos y recordamos poco o llevamos menos a la práctica. Lo sé, en épocas de crisis y con estos precios tan sumamente engrosados es complicado comer saludable y parece que es más fácil y barato comer mal. Y aquí se me plantea un debate que me ha venido a la cabeza por la lectura de
blogcocina (también de este otro
artículo del mismo blog) y por la lectura de la reciente entrada de
Gemma Salas. Mi debate es bastante malicioso y retorcido, pero veamos, con "permiso" de Gemma (perdona mi licencia de tomar un fragmento de tu entrada) leemos esto que sigue:
El concepto de alimentos funcionales nació en Japón. En los años 80, las
autoridades sanitarias japonesas se dieron cuenta que para controlar
los gastos sanitarios, generados por la mayor esperanza de vida de la
población anciana, había que garantizar también una mejor calidad de
vida. Por ese motivo, en el país nipón se introdujo un nuevo concepto de
alimentos, que se desarrollaron específicamente para mejorar la salud y
reducir el riesgo de contraer enfermedades.
Y aquí viene donde yo le doy vueltas a la cabeza. ¿Sería una tontería promocionar no sólo comer más saludable sino hacerlo posible a los bolsillos para ahorrar en sanidad? ¿O es que acaso realmente la idea es convertir la sanidad en un negocio -la privatización? ¿Por qué no "copiar" un patrón de pensamiento tan bueno si además es válido y eficaz? Comprendo que el elevado precio del petróleo encarezca los transportes y en consecuencia el producto final, también el tema de la mano de obra, y el de los desastres que estropean cosechas, pero nunca he entendido porque las naranjas españolas acaban en Alemania y aquí acabamos comiendo fruta de Chile -como poco. Comprendo las "aparentes" ventajas de la apertura de fronteras pero me parece un escándalo el movimiento de aranceles y de mercancías arriba y abajo. ¿Acaso tomar nuestros productos de temporada y comprar de fuera sólo aquellos de que no dispongamos es una tontería muy grande? Sin embargo, haría posible que muchas personas pudieran comer esos productos. Y aún más, ¿cómo puede ser que nos cueste más barato comprar unos espárragos de Perú que unos españoles? ¿No se cultivan ya espárragos en España? Como veis, es más de un debate lo que me ha venido a la cabeza. Preocupante. Me preocupa la salud, por encima de todo. La salud no debería ser una cuestión económica como casi parece, indirectamente, a través de nuestra alimentación.