Leo el editorial de Telva, por Olga Ruiz, (no hay enlace porque no lo he encontrado online, lo siento, porque es verdaderamente interesante) y el tema está en el candelero: los cambios que sufren los libros de texto escolares cada año, con la repercusión económica que ello conlleva.
Olga Ruiz habla acaba su editorial reclamando "Libros crecederos", una expresión muy afortunada a mi parecer, que reclama libros que se puedan aprovechar.
También hace mención de la campaña Por un precio justo para los libros de texto, una web de recogida de firmas para pedir una regulación al Gobierno orientada al ahorro.
Y para acabar su editorial Olga comenta que, al parecer, ante la retirada de becas, la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid ha propuesto un sistema de préstamo y devolución de libros al finalizar el curso para las familias más desfavorecidas o necesitadas.
Y aquí es donde mi cabeza, que hace ya un tiempo que había pensado en esto, plantea:
¿Por qué no inculcar a los escolares ya desde niños el compartir y reciclar, es decir, que los colegios dispongan de material aprovechable y en buen o mediano estado, donado por las familias y escolares al finalizar los cursos, para que lo puedan aprovechar otros que vengan por detrás, sin que consejería alguna tenga que mediar en ello? ¿Por qué no incentivar el trueque en áreas como esta donde sí sería posible? ¿Por qué no enseñar a conservar y cuidar nuestras pertenencias a los más pequeños, con la intención de que aprendan también a compartir y ya desde pequeños enseñarles una vida más renovable? ¿Por qué no hacer esto con ropa escolar que esté en buen uso o juguetes para las ludotecas? ¿Por qué anhelamos tanto poseer si las posesiones y pertenencias no nos harán ricos, sino el saberlas compartir y gestionar? ¿Por qué anhelamos poseer si luego no hacemos ni caso ni utilizamos lo poseído?
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